06 Sep La importancia de la ecuanimidad
Es muy probable que al leer estas líneas te hayas reincorporado ya a tu vida cotidiana, después de la pausa veraniega, y estés recuperando progresivamente el ritmo habitual.
Personalmente, he disfrutado de un verano estupendo en el que he alternado momentos de vacación con momentos de trabajo en los dos retiros de mindfulness, compasión y silencio que propuse en julio y en agosto (puedes ver las fotos de grupo en Instagram @mindfulnessconcorazon) y que han supuesto dos experiencias super enriquecedoras y muy gratificantes, compartiendo la meditación en una comunidad de práctica.
Uno de los temas que ha estado muy presente para mi últimamente es el de la ecuanimidad, una palabra que en los tiempos volátiles e inciertos que vivimos está cada vez más de actualidad, en mi opinión.
Disfrutar y mantenernos presentes suele ser más fácil cuando las cosas van bien, cuando no tenemos nada que hacer más que lo que nos apetezca y cuando estamos descansados… esas suelen ser algunas de las características de las vacaciones, aunque, naturalmente, haya vacaciones de todo tipo.
Pero, ¿Qué queda del bienestar y la relajación que hemos experimentado durante las vacaciones dos semanas después de haber regresado? Desafortunadamente, para muchas personas, la vorágine familiar recupera su dominio muy rápidamente, así como los patrones habituales de estrés, de exigencia y de hiperactividad. El equilibrio se pierde.
Podemos entender la ecuanimidad como un estado mental que nos lleva a relacionarnos con la experiencia, sea interna o externa, sin reactividad y desde el equilibrio.
Como otras cualidades o estados mentales saludables, es algo que puede entrenarse deliberadamente a través de la práctica de mindfulness.
En efecto, a medida que vamos estableciéndonos en una presencia consciente, con Mindfulness, observamos con curiosidad y apertura, tomamos perspectiva y somos capaces de ver “la foto” entera de lo que está ocurriendo en cada momento, sin experimentar deseo o aversión hacia lo que está pasando, sea lo que sea, especialmente, cuando lo que experimentamos es incómodo o desagradable.
Tomamos conciencia de que en cualquier situación “fea” hay belleza y de que en cualquier momento de belleza está también la semilla de lo feo o triste. Sin juicios o evaluaciones unilaterales.
Leí recientemente una historia zen que ilustra muy bien esta idea de ecuanimidad.
Cuenta que en el Japón medieval había un señor de la guerra muy cruel que iba conquistando regiones con su ejército y cortándole la cabeza a todas las personas que iba encontrando a su paso. Un día llegó a un monasterio zen que había sido abandonado por casi toda la comunidad de monjes, que habían huido aterrorizados después de haber oído todo lo que se contaba sobre él; solo quedaba un único y anciano monje, que era conocido por su gran sabiduría.
Cuando el señor de la guerra se encontró finalmente frente al monje, le gritó en un tono muy fiero: “¡Monje!, tiembla pues yo soy aquel que puede cortarte la cabeza sin pestañear.”
El viejo monje le respondió entonces, muy suavemente: “Y yo soy aquel que puede experimentar sin pestañear que su cabeza sea cortada.”
La historia dice que, después de oír estas palabras, el señor de la guerra reconoció la gran sabiduría del monje y se inclinó ante él.
A todos nos gustaría ser capaces de mantener una calma así en los momentos en los que sentimos que nuestra cabeza “está en juego”, metafóricamente claro 🙂
Espero que tu práctica meditativa te ayude a surfear el otoño con tranquilidad y a mantener el equilibrio, aunque haya olas grandes.
Si deseas practicar en comunidad o refrescar tu práctica personal, consulta las actividades que propongo este otoño de Mindfulness, Compasión, Retiros y Online…
Comparte esta información con personas de tu entorno a las que les pueda resultar útil la práctica de mindfulness.
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