Mindfulness y ansiedad

La ansiedad es una de las epidemias modernas y su prevalencia ha aumentado aun más si cabe en los últimos tiempos, incluso en adolescentes y personas jóvenes.

Sus efectos son visibles en todas partes, interfiriendo con nuestra felicidad y nuestra capacidad de vivir eficazmente. Alguno de los síntomas que experimentan las personas que la sufren son: palpitaciones, opresión en el pecho, sensación de ahogo, inestabilidad, temblores, pánico, angustia o miedo a morirse.

La ansiedad limita nuestras conexiones con otras personas, agota nuestra energía, reduce nuestro foco y nuestra competencia y socava nuestra salud. La mayoría de nosotros experimentamos un nivel de ansiedad significativo en un momento u otro de la vida, algunos de nosotros con más frecuencia que otros.

La ansiedad, como mecanismo adaptativo de defensa, da lugar en el organismo a cambios psicológicos, fisiológicos y conductuales. Surge y se manifiesta a nivel del sistema nervioso, que está compuesto fundamentalmente por neuronas, unas células que constituyen las unidades elementales para la trasmisión de información que realiza el propio sistema nervioso.

La información dentro de una misma célula viaja de un extremo al otro mediante impulsos eléctricos. La comunicación de una neurona con otra se produce mediante neurotransmisores, que son sustancias químicas liberadas por los terminales neuronales. Estos neurotransmisores, que son como llaves químicas, son liberados al espacio sináptico (que separa una neurona de la contigua) por donde viajan hasta alcanzar los receptores (que son como cerraduras químicas) de la neurona siguiente.

La mayoría de los tratamientos psicofarmacológicos empleados en la actualidad por la psiquiatría actúan químicamente sobre los sistemas de neurotransmisión tratando de regular, convenientemente, la actividad de determinadas áreas del sistema nervioso implicadas en el trastorno que se desea tratar.

En el tratamiento de la ansiedad, se emplean habitualmente dos tipos de fármacos: los ansiolíticos, y los antidepresivos. Los ansiolíticos más utilizados pertenecen al grupo de las benzodiacepinas de alta potencia y producen un efecto tranquilizante. Actúan reduciendo los síntomas de ansiedad en cuestión de minutos y disminuyendo tanto la intensidad como la frecuencia de los episodios de angustia.

Los principales efectos adversos de las benzodiacepinas consisten en somnolencia, alteraciones de la memoria, alteraciones de la atención y de la concentración. El deterioro de estas funciones cognitivas suele ser transitorio, mientras se está tomando el medicamento, y sólo se produce con dosis elevadas y prolongadas en el tiempo. Otro inconveniente es que su consumo prolongado puede generar efectos de dependencia (adicción) y tolerancia (pérdida progresiva de efectividad).

Los antidepresivos más comúnmente empleados hoy en día en el tratamiento de los trastornos de angustia y la ansiedad son los ISRS (Inhibidores Selectivos de la Recaptación de la Serotonina). Diversos estudios apuntan a la implicación de la serotonina como principal neurotransmisor involucrado en los trastornos de ansiedad, aunque hay otros. Los IRS poseen una alta especificidad contra la ansiedad y escasos efectos colaterales (principalmente la ganancia de peso, somnolencia, y disfunción sexual). Aunque apenas presentan interacciones con otros medicamentos y no crean dependencia, si suelen generar efectos secundarios incómodos, especialmente los primeros días, y tardan entre 2 y 3 semanas en hacer efecto.

Recientemente, la prestigiosa revista médica americana JAMA ha publicado los resultados de un estudio clínico realizado por investigadores del Centro Médico de la Universidad de Georgetown con más de 270 pacientes con trastorno de ansiedad.

En dicho estudio se comparaban los efectos obtenidos administrando en dos grupos aleatorios, respectivamente, un fármaco IRS común (el antidepresivo Escitaloppram), dosificado de manera flexible entre 10 y 20 mg, y un programa MBSR (Mindfulness based Stress Reduction), de entrenamiento de mindfulness y reducción del estrés de 8 semanas, basado en evidencias científicas. Los investigadores medían el nivel de ansiedad usando el CGI-S (Clinical Global Impression of Severity Scale).

La conclusión del estudio es que el efecto del programa MBSR de entrenamiento de mindfulness fue tan eficaz como el del Escitalopram.

Este estudio, el primero de su tipo, no solo aporta un respaldo científico importante a la eficacia del programa MBSR de entrenamiento de mindfulness en reducir la ansiedad, algo que personalmente yo ya había podido observar en muchos participantes, en los más de 10 años que llevo impartiendo programas MBSR, sino que equipara su efecto al de un fármaco de referencia en el tratamiento del trastorno de ansiedad.

Aunque es cierto que integrar la meditación mindfulness requiere estar dispuesto a invertir tiempo y esfuerzo en asistir a las sesiones y practicar en casa, es una opción que puede ser especialmente interesante para todas aquellas personas que no responden a la medicación o no soportan bien los efectos secundarios que produce.

O, simplemente, para aquellas personas que, por razones personales, no desean medicarse o desean poder dejar de hacerlo tras muchos años de tratamiento.

Consulta las fechas de los próximos programas MBSR de Mindfulness y reducción de estrés que propondremos en el invierno 2023, tanto de manera presencial como online.

Anímate a repetir el programa si en este momento vital experimentas ansiedad o estrés y/o comparte la información con personas de tu entorno a las que les puede venir bien.

Y mientras tanto, disfruta todo lo que puedas de la Navidad y de este final de año. 🙂

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