28 Ago El impacto de las emociones en la salud
Hace unos meses escuché un podcast en el que entrevistaban a Gabor Maté, un médico canadiense, de origen húngaro, que tras desarrollar su carrera profesional durante 20 años como médico de familia y de paliativos, trabajó durante más de diez años en Vancouver con pacientes que sufrían adicción a drogas y problemas de salud mental. Actualmente, Maté es uno de los expertos en trauma más reconocidos a nivel internacional.
Me llamó mucho la atención que comentara que, desde su experiencia profesional y, sobre todo, considerando todas las evidencias científicas que existen, le sorprendía enormemente la cantidad de médicos que todavía hoy en día parecen ignorar o como mínimo, obviar, la relación que existe entre el estrés emocional y la enfermedad.
Por eso, este verano tuve ganas de leer uno de sus libros: “Cuando el cuerpo dice no. La conexión entre el estrés y la enfermedad”, un libro super interesante y muy recomendable.
En él, el Dr. Mate presenta, de manera extensa y citando numerosas referencias de estudios científicos, como el estrés emocional es una de las principales causas de enfermedades físicas, desde cáncer hasta enfermedades autoinmunes y muchas otras enfermedades crónicas.
El cerebro y los sistemas corporales que procesan las emociones están íntimamente conectados con el aparato hormonal, el sistema nervioso y, en particular, el sistema inmunológico. La relación y funcionamiento de estos procesos es de hecho el campo de estudio de la psiconeuroinmunología, que aborda la investigación desde una perspectiva interdisciplinar.
Cuando nuestra psique está bajo estrés crónico, eso también pone bajo estrés a nuestro sistema fisiológico.
Hay evidencias además de que la supresión de la ira, como mecanismo básico de adaptación desarrollado en la infancia, puede desactivar o al menos perjudicar el sistema inmunológico y que el estrés temprano y el trauma temprano desencadenan inflamación en el cuerpo.
De ahí que el estrés no reconocido o los traumas no afrontados conscientemente o no resueltos que muchas personas experimentan a lo largo de su vida, y particularmente, durante la niñez (abusos, situaciones de abandono o de falta de cuidado material o emocional, contextos familiares desestructurados pero también, simplemente, emociones o necesidades reprimidas y no expresadas afín de obtener aceptación y afecto) puedan contribuir de manera determinante en el desarrollo de ciertas enfermedades como: cáncer de pecho, cáncer de próstata, ELA (esclerosis lateral amiotrófica), Alzheimer o enfermedades inflamatorias del intestino (Crohn, colitis ulcerosa).
Maté insiste en la importancia clave que tiene para la salud el poder desarrollar lo que denomina “competencia emocional” y en su libro detalla los 4 factores necesarios para tener competencia emocional:
- Capacidad de sentir las emociones para poder ser conscientes de cuando experimentamos estrés.
- Habilidad de expresar nuestras emociones de manera efectiva con el fin de poder afirmar nuestras necesidades y mantener la integridad de nuestras fronteras o límites emocionales.
- Facilidad para distinguir entre las reacciones psicológicas que son pertinentes para el contexto actual y aquellas que representan residuos y remanentes del pasado. Lo que queremos y le pedimos al mundo necesita estar en conformidad con nuestras necesidades actuales y no ser la expresión de necesidades inconscientes, insatisfechas de la niñez. Si la distinción entre el pasado y el presente se difumina, percibiremos pérdida o la amenaza de pérdida donde no la hay.
- Conciencia de aquellas necesidades genuinas que requieren ser satisfechas y no reprimidas simplemente por obtener aprobación o aceptación de otros. Y yo añadiría, capacidad de expresarlas de manera adecuada.
Tengo que decir que, lamentablemente, en mi experiencia, incluso la mejor educación escolar o universitaria que una persona puede recibir en nuestro país- y considero que yo la tuve- no logra que en la edad adulta de manera general haya competencia emocional. Y eso se debe a que el aprendizaje de habilidades esenciales de auto-conciencia tales como: conciencia emocional, capacidad de regulación de emociones aflictivas o difíciles, conciencia de procesos cognitivos internos, conexión con uno mismo, comunicación asertiva de necesidades, capacidad de decir que no y establecer límites, etc. Siguen ausentes de los contenidos que se enseñan en los centros educativos. Es decir, todavía hay muy poca presencia de todo aquello que se ha denominado “soft skills” o habilidades del SER vs del HACER o del SABER, que es en lo que se centra mayoritariamente la educación reglada.
El desarrollo de estas habilidades del SER, de la competencia emocional de la que habla Maté, es especialmente necesario si consideramos la evolución reciente de nuestras sociedades: los entornos de volatilidad, de incertidumbre, de complejidad y ambigüedad en los que todas las personas evolucionamos actualmente y la presión y exigencia creciente que soportamos. Y que sufren también los jóvenes, con muchos menos recursos (madurez, experiencia) para manejarla
Una de las razones por las que me fascinó tanto la práctica de mindfulness– Atención Consciente en español- y el programa MBSR (Mindfulness based Stress Reduction) de iniciación a mindfulness cuando lo realicé por primera vez como participante en 2009, fue la simplicidad con la que, en tan solo 8 semanas, cualquier persona puede familiarizarse con aspectos esenciales de su experiencia interna (sensaciones físicas, emociones y pensamientos) y puede integrar pautas sencillas para identificar y manejar emociones difíciles como el miedo o la rabia así como el estrés que experimenta.
El programa MBSR es una intervención psico-educativa muy eficaz, de medicina mente/cuerpo, avalada por numerosos estudios científicos y que permite empezar a desarrollar competencia emocional de manera práctica y concreta.
Apuntarse a un curso MBSR es una manera poderosa de cuidarse y de tomar un rol activo en la propia salud. Y si eso todavía no te resuena, puedes empezar simplemente leyendo el libro el libro “Burbujas de Paz. Pequeño libro de mindfulness para niños (y no tan niños)” Ed. Nube de Tinta, que publiqué en 2016 con la intención de contribuir a difundir la práctica de mindfulness, de manera sencilla y lúdica, entre adultos y jóvenes.
Como dice Gabor Maté: “Puede que no seamos responsables de la forma en que el mundo crea nuestra mente, pero podemos aprender a responsabilizarnos de la mente con la que creamos nuestro mundo.”
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