
29 May La trampa india para cazar monos o el valor del arte de soltar
Quizás has oído que los habitantes de algunos pueblos en el sur de la India antiguamente cazaban monos usando una trampa sencilla pero infalible.
La trampa consistía en un coco ahuecado y atado a un palo o un árbol. El coco estaba relleno con un puñado de arroz (o un plátano, en otras versiones que he leído), que el mono podía coger a través de un pequeño agujero.
Ese agujero era suficientemente grande como para que el mono pudiera entrar la mano, cerrándola, para coger el arroz, pero… demasiado pequeño como para que pudiera sacarla una vez había agarrado su recompensa… Y así, el mono quedaba atrapado y los cazadores no tenían más que salir de donde se habían escondido y cogerlo.
Lo interesante de la historia es que lo que atrapaba al mono en realidad no era algo físico-podía perfectamente sacar la mano soltando el arroz- sino su apego al premio y su resistencia a soltarlo, que le hacía mantener la mano cerrada.
De alguna manera, se podría incluso decir que el mono quedaba atrapado por un principio que siempre le había resultado útil: “si encuentras comida agárrala y no la sueltes”.
Su resistencia a modificar esa creencia básica, así como el comportamiento asociado a ella, era realmente lo que hacía que perdiese su libertad. Aunque en esa situación concreta, ello no solo no iba a serle útil, sino que iba a resultarle letal.
Es posible que al leer esto estés pensando que los monos son muy tontos o que esa trampa era muy burda y que a ti eso no te pasaría…
Sin embargo, esta historia es un ejemplo clásico de las “trampas comportamentales” que los humanos experimentamos de manera habitual.
Todas las personas hemos desarrollado patrones de comportamiento (o creencias o pensamientos) a lo largo de nuestra vida, especialmente en edades tempranas, y tenemos serias dificultades para soltarlos o cambiarlos, aunque ya no nos sirvan, o incluso, nos generen dolor y sufrimiento. Quedamos atrapados en ellos, como los monos de la historia.
Quizás antes de seguir leyendo quieras parar un momento y darte la oportunidad de reflexionar si esto resuena para ti de alguna manera, considerando aquello que ocurre en tu vida. ¿Hay algo que agarras, que te resistes a soltar y que te mantiene atrapad@?
Te propongo algunos ejemplos de cosas muy diferentes que, a menudo, nos resistimos a soltar:
- Una actividad trepidante o una hiper-conectividad, que nos mantiene constantemente ocupados y “distraídos” y favorece el que no conectemos, como mínimo conscientemente, con aquellas partes incómodas de la experiencia. Al contrario, cuando aceptamos parar o como mínimo, limitar lo que hacemos, y también, cuando tomamos tiempo para meditar, podemos ver con más claridad lo que ocurre y somos capaces de ver otras opciones.
- Un diálogo interior negativo con nosotr@s mism@s, a lo mejor porque en el pasado era una manera de motivarnos o una protección frente a eventuales críticas, aunque eso ahora nos hace sentir mal y no nos ayuda: frases como “no lo haces suficientemente bien”, “lo haces fatal”, “eres un desastre”, “estás demasiado gord@ … o flac@… o viej@”, que surgen de manera espontánea en la mente.
Una alternativa más positiva es empezar a hablarnos con amabilidad, favoreciendo una voz de apoyo en vez de autocrítica. - Conflictos emocionales, con familiares o amigos, con parejas o exparejas.
Muchas personas sienten que están bloqueadas en una situación negativa pero no se dan cuenta de que lo que realmente les mantiene prisioneros es la rabia o el resentimiento o el rencor que experimentan. O el apego a tener razón. O el miedo a expresar lo que necesitan.
Probablemente, en el fondo del corazón, les gustaría que las cosas fueran diferentes, pero se resisten a cambiar aquello que está en su poder, que SÍ depende de ellos: como se sienten- regulando su emoción-; lo que piensan-considerando otras posibles opciones o dando el beneficio de la duda; tomando acciones que contribuyan a resolver el conflicto-hablando o pidiendo perdón o perdonando o poniendo límites.
Si queremos ser libres, tenemos que soltar y adaptarnos a la realidad, siempre cambiante.
El cambio interno no es fácil. Es duro. Interesante, pero difícil. Para que el cambio tenga éxito debe tener en cuenta nuestra resistencia natural al mismo. Y en parte eso, como ya hemos visto, se debe a que estamos arraigados en la forma en que hacemos las cosas. Una idea o creencia o comportamiento que nos sirvió mucho en el pasado se convierte en algo que no podemos dejar de lado. Incluso si el entorno ha cambiado, todavía intentamos forzar que el problema se ajuste a la solución… en lugar de mirar cada problema con un par de ojos nuevos, con mente de principiante.
Como decía Keynes “La dificultad no reside tanto en desarrollar nuevas ideas sino en escapar de las viejas.”
Para mí, la meditación supone un proceso fascinante de conexión con mi experiencia interna que me ayuda a ver con más claridad y a no reaccionar.
Numerosos estudios científicos muestran que la práctica meditativa es una manera muy sencilla y concreta de cuidarse ya que favorece el poder parar y tomar conciencia de los pensamientos y emociones aflictivos que aparecen, tomando distancia respecto a ellos y pudiendo elegir respuestas más positivas a las dificultades que todos experimentamos en la vida.
Si ya eres practicante de mindfulness, quizás te interese profundizar participando en el retiro de 4 días de este verano o realizando el curso MBCL- Vida compasiva basada en mindfulness que propondré en otoño.
Si quieres integrar la meditación en tu vida, anímate a realizar un MBSR .
Ismael Fernández
Posted at 10:51h, 30 mayoGracias por esta entrada que resume tan bien muchos períodos de mi vida, me ayuda mucho.
Toni Furelos Vázquez
Posted at 11:36h, 31 mayoQue gran reflesión Silvia, y que bien transmitido, como siempre una guia para aquellos que nos seguimos tropezando en el camino de la vida.
Fortisimo abrazo